Esa leña de caricias con la que me arropabas cada noche, y como conseguías erizarme como llamas la piel. Aun recuerdo algún suspiro entre preguntas a mi oído... Me abrazabas con fuerza como si fuera tu tabla en mitad del océano... y en cierto modo allí estábamos... en el océano de tus dudas... oleajes de interrogantes, tempestades de besos y cuando al fin avistamos tierra me vi sola en la orilla, sin sentido, sin fuerzas...
Y ahora estoy de vuelta en mi reino, en mi tierra, rodeada de las ruinas que construimos con tanto esmero... A veces me paseo, cual turista entre ellas recordando los cómo y los por qué... ya no es añoranza, quizás si me empuje algo la nostalgia de todo esto desde otro cuerpo... y al final del recorrido, cuando llego al silencio ininterrumpido pienso en aquellas caricias, mi leña, en nuestras llamas y cómo nos reducimos a polvo, a cenizas, a nada.
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