Seguí las direcciones equivocada de los lunares de tu cuello. Anclé en el que adornaba tu pecho, como si fuera aquel velero en el que recorrías el archipiélago de mis pecas.
Ordenaron el desalojo, rápido, con prisas, llevándome tan solo lo puesto y aun así a veces pienso que me llevé demasiado. Maldita tendencia a recordar tan solo lo bueno.
Ahora incapaz de desprenderme de ellos pienso que la única solución es enterrar en el olvido aquel lunar de tu pecho, el que tantas veces fue mi refugio, mi abrigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario