Lo que nos marca es la forma en que acaban las historias, la nuestra, más tuya que mía, llenó de astillas mi cuerpo, mes resquebrajó desde dentro haciendo saltar cada parte de mi en miles de trozos que me rodeaban, ninguno encajaba en ninguna parte... eran tan pequeños... necesitaba mi tiempo.
Poco a poco y con mucha paciencia me fui recogiendo... me fui reconstruyendo, aun así los cortes no eran limpios y hay mil cicatrices, es por eso que digo que el final de una historia condiciona el inicio de otras.
Aún hay partes de mi astilladas, sin arreglo, afiladas y rasgándome ante el peligro de que cualquier persona se acerque demasiado. Nuestra historia, tu historia, solo me recuerda ansiedad y lamentos, por más que busco el recuerdo es demasiado oscuro, por eso la idea de volver a guíar a cualquiera por mi cuerpo, cobijando y enseñando cada recoveco se me antoja imprudente y dispara mi prima de riesgo... Sin embargo se que algún día esas astillas huérfanas de remiendo algún día anclen en otro cuerpo que le enseñe las mil maravillas que se pueden encontrar si pierdo el miedo y abro las puertas tras la reforma.
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